Adultez, divino tesoro.

G.H   •   Agosto 17, 2020

Ha pasado una nueva celebración del día del niño y para muchos quienes hace algún tiempo dejaron en apariencia de serlo, hoy a través de las redes sociales han tenido la oportunidad de revivir, en parte, la libertad que gozaban en esos años por medio de fotografías, videos y mensajes cargados de nostalgia, detalles que no hacen otra cosa que producir en la mayoría de nosotros, una profunda añoranza por lo vivido y recordado.

Si tuviéramos la oportunidad de encontrarnos en un bucle temporal con nosotros mismos siendo niños, cuál sería la felicitación o reproche que recibiríamos por parte de la inocencia, pero sincera verdad infantil? Sin duda que esta escena nos invita a una profunda reflexión acerca de los caminos que ha tomado nuestra vida adulta, derroteros que no están exentos de nuestra injerencia, los cuales no son otra cosa que un cúmulo de nuestras decisiones, ya sea para bien o para mal.

Seguramente al final de esta reflexión, nos demos cuenta que en la mayoría de los casos lo simple que resultaba todo antes, es lo que hoy precisamente extrañamos de la niñez y que esa nostalgia por el niño de antaño, no sea otra cosa que la añoranza por una vida más simple.

Mantenlo simple

La simpleza de la niñez es sin duda el núcleo desde donde nacen las permanentes sorpresas y su capacidad de apertura, la fuente inagotable de placer por aquellas cosas que son hoy en día a juicio de un adulto, precisamente las más simples. Qué significa entonces mantenerlo simple? La respuesta a esta pregunta aparece en esa condición aparentemente inalcanzable para el adulto hoy, se reduce al placer de estar con uno mismo, tal y como lo estábamos cuando éramos niños, pasando interminables jornadas jugando solos, planeando que haríamos cuando fueramos “grandes”, viajando al espacio exterior en cajas de cartón, apagando incendios con una manguera imaginaria o bien salvando la vida de un infinito número de animales de peluche. Cuántos de nosotros cumplimos con esa promesa vital de crecer y hacer lo que tanto imaginamos?, mejor aún, replanteo la pregunta, cuántos de nosotros mas allá de los cambios que la vida nos presentó, continuamos viviendo manteniendo simple? La respuesta golpea duro y no espera, casi como un cliché nos sorprende, pero hoy cómo retomamos la simpleza en la vida adulta, aquella que nos resulta esquiva y caracteriza al niño que fuimos. Una posibilidad de iniciar esta aventura de ir al encuentro con la simpleza podría considerar el ser:

  • Creativo

  • Lúdico

  • Gozador

Ingredientes de una posible receta? Pero claro que no, simplemente ingredientes de una persona simple y feliz, con mayores grados de bienestar y seguramente también de calidad de vida, más allá de las dificultades que nos plantea la vida de un adulto, nos abre la posibilidad de vivir mejor y más felices.

Foco en las emociones positivas

Un niño, en su mayoría, tiene puesto el foco en emociones positivas, sobre todo cuando el contexto no resulta del todo favorable, son simples en su forma, transforman los entornos mas desfavorables para resilientemente disfrutar de situaciones o cosas mínimas, toman decisiones acerca de su bienestar; por otra parte, los adultos poco a poco se vuelven mas rígidos y pierden la “cintura” para pilotar situaciones conflictivas, se enfrascan tozudamente en un rumiar intempestuoso que consume su energía psíquica, olvidando fluir, saborear, gozar, perdiendo así bienestar y felicidad.

Cuando nos centramos en nuestras emociones positivas, ocurre un fenómeno que podríamos definir como el encuentro con nuestro niño interno, vivimos más simple, somos felices y de hecho la adultez se convierte en un divino tesoro.